Estamos con el
amigo Juan Cruz Cabral en el teatro Cervantes asistiendo a la jornada de inauguración de la temporada 2012 de “Teatro
por la Identidad”. Hemos venido a ver la obra de Sergio Lobo -otro amigote- que deschava la
complicidad de la iglesia argentina en el robo de bebés durante la última
dictadura militar, pero antes, un grupo español, compuesto íntegramente por
mujeres, nos emociona con un relato escénico de los últimos ochenta años de la historia
de España. Particularmente el momento que refiere una cárcel de mujeres
custodiada por monjas en el inicio del franquismo…
… Un Teniente del
ejército inspecciona el convento/cárcel, las monjas le cuentan sobre el
comportamiento de las reas, que son en su mayoría irrecuperables y sobre las necesidades
que ellas mismas aceptan padecer como parte de su misión y compromiso con
Nuestro Señor y el Generalísimo. A la hora de comer, le llama la atención al Teniente
lo exquisito de la comida. Ya se la han nombrado antes -cuando lo invitaron- a
Adelina, la cocinera, ponderando sus habilidades culinarias. Le dicen que es la
esposa de un republicano que murió fusilado (a la vez muestran cómo, para las demás
presas -que sólo comen lentejas- Adelina es una traidora que le rinde honores a
los verdugos). En un momento el Teniente inquiere el motivo del fusilamiento
del marido de la cocinera… ¡Porque instaló la bandera de la República en la
torre de una iglesia! -le contestan- ¡Seis tiros de gracia!
Ante el estupor
de las monjas, eso mismo pide el Teniente para Adelina: seis tiros de gracia, y
para fundamentarlo, la interroga.
-¿Qué nos diste
de comer Adelina?
- De primer plato
maíz dorado con yemas de huevo…
- Maíz… ¿Y de qué
color es el maíz?
- El maíz es
amarillo, Teniente
-¿Y el segundo
plato?
- Pues… tomates
- O sea rojo ¿No
es cierto Adelina? ¿Y el tercero?
- (Después de un
silencio) Un plato de remolachas hervidas y pisadas en clara de huevo que da un
hermoso color morado. ¡O sea que si Teniente! ¡Que te has comido los colores de
la República!
La matan de seis
tiros.
…
Relojeo a mi
compañero, que emocionado como yo, acuerda en una misma evocación. De camino al
teatro él me contaba que el despacho de Evita en la Casa Rosada, fue pintado
inmediatamente después del golpe del ’55, como una medida higiénica seguramente,
y luego repintado una y otra vez. Pero los pintores oficiales, los trabajadores
encargados del mantenimiento de la pintura de la casa de gobierno, se las
arreglaron para preservar el color original en un pedacito de pared oculto
hasta 2003. Hoy el despacho luce el color “de Evita”.
Vayan estas
pequeñas historias como un saludo a los anónimos, a los ilustres desconocidos,
que han resistido y conservado símbolos que ellos mismos alumbraron con ese
coraje que sólo se templa en el pueblo.
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