viernes, 26 de agosto de 2011

ESCABECHE

El que habla y cuenta es el Negro Videla, casi una institución en Villa Atuel, cultor de la memoria oral y dueño de una verba florida y un estilo gracioso y delicado…

“Salimos una vez a cazar vizcachas, cuando ya habían empezado a ralear de la zona. Íbamos con el Pituso y el Poroto en la camioneta del Gringo… El Gringo hacía poco que había llegado al pueblo y nunca había salido de cacería, fue el que insistió y ofreció su vehículo cuando casi se suspende la cosa porque el Pituso no disponía del suyo.
El entusiasmo del novato hizo que al principio disimuláramos el deplorable estado de su camioneta pero el comportamiento de la misma hizo que olvidáramos rápidamente la cortesía. El motor metía mucho más ruido del recomendable para una cacería nocturna, casi no tenía frenos... una vez que enfocabas con la luz los animalitos tenías que tirar en movimiento o esperar que se detuviera mucho mas adelante en un ángulo desfavorable... El otro problemita era la falta de reacción de la chata que imposibilitaba una persecución exitosa y amenazaba con caerse a pedazos por los consabidos pozos que tiene todo campo que se precie de contener vizcachas.
El Gringo -como  buen primerizo- manejaba siguiendo nuestra indicaciones y se limitaba a eso, a conducir. Los tiradores íbamos parados en la caja y usando el techo de la cabina como eventual apoyo para apuntar. Apuntar y errar, errar sistemáticamente. 
El Pituso, ya podrido de no darle a nada pidió el volante y lo vituperó fieramente al Gringo por el deplorable estado mecánico del móvil. Y ahí, cuando los demás ya nos resignábamos, el Gringo sin decir nada se dispuso a vivir su bautismo de fuego.  Peló su escopeta doble caño y al primer tiro le dio caza a la magra cena de esa noche...
Sobre que las vizcachas ya eran modestas de tamaño, a las únicas dos que le atizamos, fue con las perdigonadas del Gringo y por supuesto, de carne comestible no quedó casi nada.
El Poroto que es el “Chef” oficial de este tipo de campaña se había ido preparado con sendas bolsas de zanahoria, su proyectado escabeche degeneró en un guiso anaranjado con algún dejo de grasa del simpático roedor...
Tuvimos que dormir con los ojos abiertos para gastar algo de vista.”

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