No se trata del tango de Villoldo con el artículo cambiado. Tampoco pretende ser una mirada sobre las características del gentilicio, aunque alguna vez habrá que ensayar su defensa, dada la tirria generalizada de que es acreedor en todo el país, el argentino que ha nacido en la capital. Vaya esta pequeña reseña sobre uno de ellos que es uno de tantos y uno de nosotros, como para contribuir a una mirada más certera, menos antojadiza y manipulada… puesto que la descalificación de los connacionales siempre resulta funcional a la receta que le dio tan buenos resultados a los británicos y su voracidad: divide y reinarás, o como mejor lo señala Hernández, si entre hermanos se pelean los devoran los de afuera.
Digamos que se llama Juan –porque hay que cuidarlo- y que tiene un apellido digno de un arquero de Boca o Rosario Central (que portar uno de esos cacofónicos y dilatados apellidos italianos favorece la habilidad de atajar pelotas, es una teoría que este cronista ha oído al Negro Giménez y leído a escritores de fuste como Juan Sasturain entre otros). Agreguemos que tiene unos 23 años de edad, que estudia en la Facultad de Sociales de la UBA y que además labura vendiendo licores al por mayor.
Como quien se esfuerza por progresar, valora que existan las condiciones generales para intentarlo. Hasta hace poco se imaginaba negreado de por vida por alguna de esas grandes y maravillosas empresas de servicios que florecieron en los ’90 (misma que le explotó sendos años de su adolescencia); reniega con el trosquerío que abunda entre los estudiantes pero trata de no engancharse en discusiones esteriles…
Le bullen en la sangre, el espíritu aventurero de sus antepasados y la capacidad criolla de inventar adaptando y viceversa, de arreglarse con lo que hay. Lo que hay… Lo que hay ahora, según lo percibe y manifiesta -y que lo diferencia del modelo tan difundido en el mundo y también en estas tierras, objeto de exportación de la individualista y utilitaria cultura sajona del “self made man”- es la oportunidad de que se cristalice un espíritu de cuerpo que le gusta llamar “La Argentina” donde el conjunto sea superior a la suma de las partes… y para eso las partes deben ser activas… va “defendiendo su tesis” mientras la enuncia.
Ha deslizado un rato antes que se le cruzó la idea de influir a los chinos de la ciudad para que voten a Cristina en las primarias de Agosto y luego en Octubre. Lo toman en joda así que argumenta: en el país viven más 60.000 inmigrantes chinos, tienen más de 5.000 supermercados, tengo gran parte de los supermercados de la ciudad de Buenos Aires en mi cartera de clientes, el 38 por ciento de los chinos de acá tiene entre 21 y 30 años… Lo siguen tomando en joda o ni lo escuchan así que desafía a que lo acompañen….
Un chino huye cuando lo ve llegar -porque me debe como seis mil mangos, dice- así que la primera discusión será sobre el cobro de ese dinero. Los chinos, ya se sabe, no son al cuete una de las culturas más antiguas del planeta… regatean, niegan, esquivan… que no hay plata, que el mes que viene… Juan reacciona:
-¿Cómo mes que viene si ya me venís pateando hace veinte días?
- Mes que viene –insiste el chino que prescinde de los nexos gramaticales y esa sustracción hace más duro y distante su gesto…
-Nada de mes que viene, me pagás ahora. Ahora ¿entendés? Dame lo que tengas…
-No. Poquito, poquito…
-Dejá de joder y pagame que no te traigo mas mercadería…
El encargado del supermercado tiene la mala idea de repetir que no le va a pagar y golpea con la palma de su mano en el mostrador de la caja. Nuestro porteñito redobla la apuesta golpeando más fuerte y se inclina pronunciadamente hacia la dura faz –por no decir caradura- del chino. Después de sucesivos golpes y plazos que se regatean, acuerdan ambos que mañana estará el dinero.
Ante el estupor de sus compañeros, Juan dice:
-Ahora te quiero hablar de otro tema…
Y les expone a los chinos que lo atienden -porque prácticamente los obliga- las boletas de las elecciones. Los consulta sobre documentos habilitantes, los asesora sobre fechas y candidatos truchos etc. etc. Uno de los trabajadores que se ha arrimado a la exposición balbucea un “Presidenta mala… presidenta no vota” Y así como antes fue por el dinero, ahora es por la causa -les explica después a los compañeros que no saben si cargarlo o felicitarlo o denunciarlo- y se larga a discutir con el énfasis que sea necesario sobre porque corresponde “Si a la presidenta” y a lo chino des-articula un “Presidenta buena” y consigue que la mayoría asienta y alguno hasta lo repita. El ambiente se distiende, da la sensación que ha conseguido caer simpático … pareciera que a pesar de lo ríspido de las transacciones comerciales emerge el afecto como vinculo o al menos como parte de él.
De eso se jacta Juan y de haber aportado lo que puede desde su hacer diario, mientras acomoda la carpeta con las listas de licores y las boletas del Frente Para La Victoria en uno de sus folios y sale rodeado de futuro en este presente que contribuye a fortalecer.
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