Hace mucho tiempo que quería publicar esta nota del amigo y compañero Sergio Lobo. Pal' que no lo sepa el Sergio es autor y director teatral, actor, cantautor y un puñao otras hazañas...
LOS OTROS
"Nos juzgamos con los elementos que
los otros ya tienen acerca de nosotros y que nos han cedido para que nos
juzguemos. Lo que yo digo sobre mí siempre contiene el juicio de otro. Lo que
yo siento en mí está viciado del juicio de los demás. Lo cual quiere decir que
si establezco mal las relaciones me coloco en total dependencia con respecto a
los demás"
Estas palabras de J.P Sartre en su
"Teatro de situaciones" a propósito de su obra "A puerta
cerrada" podrían, en algún sentido, dar marco a esta anécdota que quiero
compartir con ustedes.
Sartre se defendía con estas palabras de
cierta crítica que le había señalado el
carácter misántropo de la frase "el infierno son los otros" que
enuncia un personaje en un momento dado. Y se defendía porque, para él, el sentido
de ese texto era muy distinto. Es decir: el otro no es el infierno en tanto
"otro" sino en tanto "falso" espejo. En tanto reflejo
contaminante.
El problema no reside en el otro sino en
el juicio de los demás... "y existe una cantidad de gente en el mundo que
están en un infierno porque dependen excesivamente del juicio de los demás.
(...) Enjaulados en una serie de hábitos, de costumbres, que tienen a cuestas
los juicios de los cuales son víctimas pero que ellos tampoco intentan cambiar.
Y entonces esas gentes son como muertos. En el sentido de que no pueden romper
la estructura de sus pensamientos, preocupaciones y costumbres y a menudo
siguen siendo para siempre víctimas de los pensamientos que les han puesto a
cuestas"
Ahora bien, cuando ese "otro"
que me configura y me determina no es fácilmente individualizable, cuando se
trata más bien de un entramado socio-cultural que asume formas, voces y lenguajes tan disímiles como intangibles, la
posibilidad de detectarlo es menos frecuente.
Desde el locutor que me alienta a
"seguir siendo libre" por tomar tal o cual gaseosa hasta el simple
vecino que culpa de las actuales desgracias económicas a los "negros que
trajo Perón en tren desde las provincias", desde la última versión cinematográfica
de Batman, hasta la entrega de los
premios ACE hay un poderoso OTRO que, a modo de panóptico de Foucault, vigila y
castiga, y en algún sentido oficia de guardián del orden simbólico.
Es que este "otro" opera de un
modo tan sutil e imperceptible que a veces resulta imposible diferenciarlo, o
reconocer que finalmente el "otro" es ejercido por mí en distintos
grados de auto-censura o auto-desplazamiento con la consecuente práctica de la
propia descalificación y la vergüenza cultural más paralizante.
Voy a relatarles, entonces, un episodio
reciente, que, creo, es un buen ejemplo de los mecanismos que hemos referido.
En un seminario sobre Semiótica General
(del que prefiero no dar mayores especificaciones) se sugirieron como material
de análisis semiológico las distintas versiones o adaptaciones de la Antígona
de Sófocles.
Dada la omisión de la Antígona Vélez de Leopoldo
Marechal, pregunté si se la podía incluir (toda vez que a mi juicio se la debía
incluir) en este listado y obtuve para mi asombro (¿asombro?) ésta tajante
respuesta de la cátedra: "Esa me gusta menos. (Sonrisa irónica) No te la
recomiendo".
El mismo (y un poquitín indignado por qué
no confesarlo...) asombro me llevó a
permanecer en silencio unos minutos mientras verificaba como esta
descalificación infundada enunciada desde el lugar en que se enunciaba,
descendía mansa pero categórica sobre el resto de mis compañeros que, a todas
luces, por diferencia generacional o por
simple "de-formación" era el primer contacto que tenían con la
versión de Marechal y al mismo tiempo la primera referencia que recibían sobre
ella.
Esperé una nueva oportunidad y con toda la
serenidad que me fue posible (no quería dar ventajas: la lectura negativa de la
pasión suele ser la mejor estrategia de los "otros"), arremetí:
¿Podrías profundizar un poquito tu comentario sobre Antígona Vélez, en el
sentido de no recomendarla como objeto de análisis?
Respuesta de la cátedra (aunque usted no
lo crea): "No se...tendría que leerla nuevamente. La leí hace muchísimos
años, creo que en la secundaria y me pareció un plomo".
Obsérvese el rigor científico de la
respuesta. Insisto de todos modos muy a pesar de los evidentes signos de
incomodidad que comenzaban a instalarse en varios de mis compañeros: "Disculpame, pero ¿no
crees que la reformulación de los estatutos de personaje que se opera en
Antígona Vélez en un sentido de soporte en función de una idea superadora de
nación es de una audacia tal que
independientemente de tu adhesión o no merecería tenerse en cuenta tanto o más
que el resto de las versiones?"
Respuesta de la cátedra: "Puede ser.
No sé, te repito, tendría que volver a leerla".
Desde un rincón, una voz, de las que nunca
faltan interviene en forma conciliatoria: "Bueno, compañero (socarrona
referencia al peronismo de Marechal) no se me ponga así".
Milagrosamente, conservo la calma, sonrío
simpático y lanzo la estocada final: "No, no, no es eso. Nadie ignora la
adhesión al peronismo de Marechal y él nunca pretendió soslayarla más allá de
los inconvenientes que le trajera, sino todo lo contrario. Lo que intento decir
es que me parece, humildemente, que una versión en dónde Antígona en su último
monólogo reconoce o por lo menos sugiere que Creonte tiene razón, merece ser
valorada aunque más no sea por su audacia intelectual".
Respuesta: "Está bien. Es probable.
Bueno consultalo con "X" (titular de la cátedra) si ella está de
acuerdo yo no tengo inconveniente".
Conclusión: La Antígona Vélez fue agregada
a la lista de posibles Antígonas a ser analizadas. Pero este no es el punto. La
anécdota, si algún valor tiene, es el de cristalizar esta idea de
"complicidad" inocente que ha sido referida entre otros por Bourdieu
y que de algún modo, subyace a lo largo
de todo este episodio. Es decir, esta sutil descalificación, acaso producto de
cierta ingenuidad, pero descalificación al fin, no proviene, creemos, de una
instancia "militante" sino de aquello mucho más estructural y
paradójicamente imperceptible que se da en tantos espacios del campo
intelectual y que tiene poderosos efectos reproductivos.
Podría haber ocurrido que efectivamente a
este profesor referido la Antígona de Marechal le hubiera parecido "un
plomo" y sería tan legítimo como el placer de quienes la disfrutamos. Pero
en ese caso tendría argumentos un tanto más serios que el "no sé, la leí
hace mucho" y uno no sospecharía
que se trata más de un "reflejo condicionado" que de una clara
posición crítica. En ese caso también, se hubiera generado un debate, que lejos
de dar por supuesto el carácter inferior de la versión de Marechal, habría
promovido la curiosidad, el interés y la posible investigación por parte del
alumnado de por ejemplo la especificidad
en la ubicación espacio/temporal de los acontecimientos (otra audacia de
Marechal que merece notarse). Y sin
embargo, lo que se comprueba en este episodio, bastante más común en los
"templos académicos" de lo que uno pudiera imaginarse, es que a
partir de un simple listado de posibles Antígonas se ejerce una sutil persuasión,
sutil y por tanto implacable, porque como proponía Bourdieu: "de todas las formas de persuasión
clandestina la más implacable es la que se ejerce simplemente por el orden de
las cosas"
Sergio Lobo,
Buenos Aires, Agosto 2007