Zabala se sienta en la gran sala que le quedó como tal, desde que mudó la carpintería al galponcito del fondo. Se ceba un amargo frente a un plasma de cuarenta pulgadas y dice la cagué, no dejé espacio para la estufa a leña. La extraño, dice.
Veo que ahora está sentado frente al televisor como le gustaría estar frente al fuego, pero no le digo nada. Me recuerda que tengo que prever eso en la casa del viejo, el lugar para la chimenea, el hogar, etc.… Pasa un mate, le devuelvo elogios sobre el piso llaneado, de limpia rusticidad -más de acuerdo con la estufa ausente que con el plasma que le sigue reclamando la mirada- mientras repaso algunos cuadros repartidos en las paredes.
Frente a la churrasquera tiene colgada una foto de Perón montado en un caballo pinto. Que estampa, digo, el caballo y el coronel. Un grande, dice, protagonista de su tiempo y del que le siguió hasta ahora. Ahora, le contesto casi sin ganas, está Mauricio. No, corrige sereno, ahora está Cristina. Desde que vino Néstor, está Cristina y seguirá siendo protagonista, como Perón… concluye haciendo crujir al mate con una categórica chupada.
Pero retoma inmediatamente… En esta película que ya hemos visto, no hay un problema de protagonistas, no puede haberlo cuando aparece un Perón o una Cristina, el problema lo tenemos con los actores de reparto… Y con los espectadores, le interrumpo, ya que antes ha dicho, como al pasar, que espera que “pase algo” en Buenos Aires con tantas marchas que hacen los porteños contra el ajuste y la entrega de la gestión de “Cambiemos”. Me mira y asiente, pero vuelve al plasma y sigue diciendo… los actores de reparto que se filtran para hacerse notar, a eso me refiero, y después cuando de verdad hay que defender “los argumentos” se van con el guionista de turno…
La alegoría cinematográfica le sirve a Zabala hasta para explicar pichetos y bosios. Pero es apenas como nos los explicamos nosotros, los extras…le digo. Ellos, evidentemente, aspiran a más. Es el gran problema de la aspiracional sociedad argentina… Le recuerdo que no hay problema con los protagónicos en tanto aparezcan ¿O ya te olvidas que en nombre de Perón nos cagaron, cuántas veces?
El remanido guión que nos toca encarnar desde fines de 2015 es una “remake” de lo mismo de siempre, la dependencia servil de los perros ricos de este país, que se aseguran de moverle la cola al imperio y sentir lujuriosamente la presión del collar en el cogote… Para eso cuentan siempre con el apoyo de los oportunistas que ven en ese inmundo movimiento la ocasión de manotear algo más de guita, ya que si la vida es una mierda es mejor pasarla con dinero. Mientras el pueblo la padece y la sostiene como puede perdiendo derechos y trabajo, prestaciones y servicios… Sobre todo aquel sufrido y heroico pueblo que no quiere ser perro… ¡Ah! Pero lo votaron, dice.
Vuelvo sobre la idea de los espectadores del país federal que congregados al calor de la imagen del algún noticiero esperan que pase algo en Buenos Aires, esta fiero le digo… fiero que algo suceda si todos esperamos que los demás pongan el cuerpo. ¿Y acá en el pueblito, qué vamos a hacer? ¿Y si hacemos algo, quién se va a enterar? Le digo que es una excusa perfecta para no hacer nada… Me mira resignado y apurándome a que agarre otro mate…
Así, como lamiéndonos las heridas compartimos el mate que da para recriminarse y vanagloriarse de cosas que en realidad nos quedan bastante lejos en tiempo y espacio; da para discurrir sobre la franquicia del peronismo en algunas provincias y ciudades del llamado interior de un país federal-mentis, y mientras tanto la Justicia Social, bien gracias; da para corroborar el legitimado e irracional aumento de las tarifas de servicios, con el argumento de que estaban desactualizadas, pero pregunta Zabala ¿Por qué no se fueron esas empresas si perdían tanto dinero?; da para constatar el odio de clase en la propia clase, también producto de lo aspiracional… Los desclasados argentinos son una joya sociológica, si cobráramos derechos para que los analicen y publiquen los resultados, generamos una nueva “royalty” dice. Le cuento entonces del gomero del pueblo, que opina que se terminó la joda, que ahora hay que trabajar y pagar los impuestos… Que a él le va bien porque siempre lo hizo… Pero al carnicero que está en la otra cuadra le vinieron diez mil mangos de luz… ¿Cuánto asado tenés que vender, para levantar ese muerto? No, y eso no es nada, retruca el carnicero, ¿Sabés cuántos asados ya no me como?… Y antes teníamos dos o tres asados por semana… Y claro, le digo, era una joda…
Era una joda, y se terminó. Y no falta el boludo que se cree que se terminó por culpa de los que mejoraron el reparto en la distribución de la riqueza, o sea los que se fueron, que como dicen en la tele y la radio se la robaron toda. Ahora es cuando se la están llevando, les digo… Pero no, ni al gomero ni al boludo le entran balas.
Pienso ahí con Zabala, que este es el gran problema de no dejar espacio para poder mirar el fuego y en cambio quedar a merced de las opiniones de la prensa alquilada convenciéndonos de que todo aquello que nos perjudica es para nuestro bien… En cada ciudad, en cada pueblito además hay radios locales donde se han reproducido majules y leucos, como la peste que son. Locutores de voz aflautada o grave y agravada, devienen analistas políticos, carentes de perspectiva histórica pero con un énfasis digno de mejor paga. Sólo su complejo de inferioridad les pide tanto, supongo… ¡Ah! y el hecho de dejar claro que por pobres piojos que sean, no se los puede confundir con la negrada peronista.
El “error imperdonable” del peronismo primero y del kirchnerismo recientemente, en la década ganada, es el mismo: la mejora del reparto en la distribución del ingreso a favor de las clases menos favorecidas. Eso es claramente un pecado para la oligarquía perruna, que ya lo dijimos adora lucir el collar del amo del Norte, y como pecado no se perdona. Se castiga. Claro que calificar este recurso de la gestión política como “error” puede provocar malos entendidos y el consecuente rasgado masivo de vestiduras en tanto peronista de sarcófago que anda por ahí vampirizando a las nuevas generaciones… Calma compañeros, calma radicales no se agiten…
Digo que es un error porque el argentino y la argentina típicos, que se esfuerzan por mejorar sus condiciones de vida, que no poseen una clara formación en lo político, y que no tienen porqué ser considerados a priori como malas personas, ven que la ayuda social, los incentivos para el estudio, el apoyo económico y la cobertura de salud para las madres jóvenes, más un largo etc., son un “derroche” de los impuestos que pagan. Consumen y reproducen inmediatamente todo eslogan que estigmatice tanto esos recursos como sus correspondientes destinatarios. “Plan descansar” recuerdo que llamaba un amigo de la familia, un cuentapropista, con la natural tendencia gorila racista anti negros que abunda entre nosotros, al plan “Argentina Trabaja” que se instrumentó en la primera década del 2000. Y antes, en el primer peronismo, había pasado lo mismo. Perón fue acusado –entre tantas otras cosas– de alimentar vagos. Me dirán que como eso no es así, los que están en un error son los otros. Sí, claro. Pero voy a insistir, como los otros suelen ser parte de la tropa del enemigo, no nos podemos dar el lujo de que se apiolen por si mismos de dicho error (recordar que hay un recurso económico cada vez más importante destinado a influenciar comportamientos, y con sujetos como Magneto y compañía del bando de enfrente… No sé si alguien de los nuestros se siente un X-men o algo por el estilo, capaz de derrotarlo con algún poder para-normal), tenemos que modificar la estrategia. Es más rápido y económico que lo asumamos de entrada como tarea, o vamos a estar otra vez ante un cuello de botella similar al del dólar en la matriz económico/productiva.
Es más fuerte el rechazo social que produce la competencia de esfuerzos, mediante una mejora de las condiciones de partida –que siempre está lejos de ser la tan mentada “igualdad de oportunidades” – que la resignación o la renuncia a mejores condiciones propias. O dicho de otra manera, un argentino actual clase media y media baja, e incluso entre los pobres, admite más fácil la permanencia en condiciones difíciles o negativas en lo colectivo, que la competencia de capacidades que genera, intra-colectivo, el insuflar recursos que desarrollen a sujetos subsumidos en condiciones adversas. No es sólo el progreso de un sector del conjunto, o del colectivo todo, lo que jode –con más razón a los oligarcas que a los que tenemos que laburar para comer– sino la corroboración de las habilidades, en muchos casos superiores, que se desarrollan entre los humildes con un poco de justicia social generada a través del Estado. Ese es el escollo insalvable en el medio pelo argentino y sus adyacencias, la verdadera piedra en el zapato, lo que no se perdona, el sapo que no pueden tragar… La cuota de orgullo y autoafirmación que son necesarias en todo grupo e individuo, está contaminada entre nosotros con una aspiración de auto-diferenciación acomplejada. El individuo no distingue claramente el grupo al que pertenece y adhiere al que aspira pertenecer… Eso le permite además alimentar el vicio morboso de repartir culpas entre los propios (que no reconoce como tales)
Por eso hay que estigmatizar. Por eso se insiste en difundir un infundio insostenible: que los negros/pobres/villeros no quieren laburar. Pobre de todos nosotros si nos creemos semejante embuste. En todos lados he visto compatriotas que desean estar mejor y para eso se esfuerzan, es decir, trabajan. Ahí cribaba uno de los eslóganes de la campaña del impresidente Macri… “Todos tenemos derecho a estar mejor”. Flor de engaña-pichanga. Ahora tenemos la necesidad de estar mejor. El derecho nos queda nuevamente, parafraseando a Evita, detrás. Otra inversión de sentido marca Pro/Cambiemos
Y en cuanto al pago de servicios e impuestos, me atrevo a decir que sólo la masa trabajadora es la que sostiene el sistema impositivo y de servicios con su religioso aporte. Los evasores y ladris están justamente en las clases altas y en los empresarios de la calaña que abunda en el gabinete actual. Ceos y Garcas cuya admiración por el poder los hace incapaces de construir poder propio, por lo cual dependen de las estructuras establecidas en las que trepan y se acomodan para administrar localmente el poder del capital. Como mayordomos, serviles hacia afuera y déspotas hacia adentro.
Pero la argumentación estigmatizante y culpógena –no por abusada menos eficaz– les sirve para tratar de cumplir el sueño de la dependencia eterna. Crear una Argentina sin desarrollo industrial, primarizada económicamente, que se asegure un lugar entre los vagones de cola del tren imperialista, que nunca más pueda levantar cabeza, sin soberanía política, dependiendo económica y culturalmente del enemigo del pueblo. Una Nación de cartón…
¡Mierda! dice Zabala, y eso que no estamos mirando el fuego carajo…
Mirá, le digo, figurones entre los actores de reparto va a haber siempre. Protagonistas que no dan el cuero, también. El problema es cómo hacemos para que el mejor reparto no genere odios entre el resto del elenco… ¡Mecachendie! dice Zabala ¿o sea que si estamos alguna vez en condiciones de volver a repartir justicia, vamos a tener que disimular? Qué película difícil che…
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