Con un sentido abrazo a cada uno, apenas nos vio, modificó
toda la situación y el contexto.
Como si nos conociera de toda la vida, nos guió hacia un
adentro exterior, hablando y haciendo pases mágicos con las manos, la sonrisa,
la mirada…
Después de eso el encierro se hizo patio y el patio mesa
familiar y enramada criolla con niños jugando a tener abuela, y la enramada
cobijó guitarras contravencionales para liberar palabras de pecho, lágrimas de
garganta, alegrías de flores en los ojos hondos y fulgores de sonrisas entre
gatos y chacareras…
El pasto pisado y zapateado se mezcló con el recuerdo de
picante de pollo que el fondo de la olla porfiaba en expresar, sabiendo que esa
comunión de olores hace a los patios (la
frontera del patio no es un alambrado ni una tapia, es siempre un perfume, la
mirada que se le fugó a un gesto, un aire que anda buscando ser entonado)… y en
medio de ese perfume vivimos de nuevo la bloquera de cemento produciendo
incansable para que las compañeras y compañeros levantaran su casa con sus
propias manos, el parque acuático con el piberío gozoso, el templo Kalasasaya
con la gravedad de los vínculos ancestrales, embebidos de la hospitalidad que
albergan los corazones fuertes y a la vez, tan dados a la caricia …
Nos fuimos entendiendo que el encierro es real porque es real lo
construido, y que la libertad es perentoria por la cobarde destrucción
enseñoreada (así en la provincia como en el país). Cada niña, cada niño con
discapacidad atendidos en el Cemir, cada sueño que se animó a cobrar vida en la
“Copa de leche”, cada persona que gracias al trabajo comunitario, se contempló
en su verdadero tamaño, es ahora, otra vez, un pendiente… Algo por hacer nacer
de nuevo.
Y hacer algo concreto –llevarlo de la idea a la
realidad– no depende sólo de lo
material. Milagro lo sabe, por su raza, su género, su nombre… Y su experiencia.
La frontera del encierro no es una reja, un alambrado, una
tapia… es el miedo y la melancolía, la indiferencia de los tantos.
La dimensión del odio empequeñece al gobernante y al guardia
cárcel, en esa debilidad se agazapa nuestra esperanza…
El gesto de saludo que se le escapó a Milagro desde una
distancia hostil para las cámaras, es un pase mágico para el pueblo argentino…
Lo sabemos los trabajadores y trabajadoras, los y las
estudiantes, todos y todas las que andamos de a pie y sentimos el pulso
violento de estos días. Las injusticias padecidas solo agregan legitimidad a
nuestra lucha.
Volveremos, porque en esta situación, además de resistir, es
lo único que sabemos y podemos hacer.
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