Apuntes BIOGRÁFICOS




Soy de Villa Atuel, un pueblito del sur de Mendoza.
Como en todo pueblo chico el tiempo se entretiene en acontecimientos que se prolongan, negándose a pasar así nomas, sin estar y quedar... Las vivencias calan profundamente en la conformación de la identidad.
Por eso no debe extrañar que, esquivando las tantas cosas que no quise ser, haya devenido, traductor de una canción más bien rústica, identificada con mi origen y transmutada por la historia que desde los ’60 compartimos con este mundo, más específicamente con esta porción del mundo: América Latina.
En esa perspectiva y con todos los matices que en el andar se me fueron agregando, es que he tratado y trato de “pintar mi aldea”.
Soy con guitarra, seguramente como una prolongación de los anhelos de mi viejo, el Coco Fernández, que fue uno de esos tantos guitarristas cuyanos que abundaban en mi infancia y mi pueblo. El instrumento y casi todo lo demás se aprendía en forma intuitiva. Un día, el viejo, cansado tal vez de tanto “pago y obligo”, decidió sentar cabeza y armar una familia, para lo que tuvo que canjear su guitarra por un juego de dormitorio... Antes de eso dejó grabados un par de vinilos con Los Reseros de Cuyo y Los Troperos del Atuel, que se consiguen por ahí sólo de milagro.
Uso el Panconi de mi madre para particularizar el Hugo Fernández -que tiene el vicio de repetirse en demasía- por lo que huelga decir que mi “doble apellido” no es homologador de alcurnia, pero igual queda dicho.
Digamos que lo primero que hice digno de mención después de cantar con mi guitarrita en todos los actos escolares fue ir a estudiar a la ciudad de Mendoza, con el maestro Tito Francia e integrar fugazmente su dúo de guitarras. Luego estudié un par de años en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y en 1989 rumbié para México donde permanecí dos años, tocando en distintos lugares y participando de diversas propuestas. Integré la banda “Los Internacionales” que tocaba en eventos como casamientos, cumpleaños, convenciones, etc.; un trío de guitarras con el que hacíamos el repertorio de Alfredo Zitarrosa; y por el lado del tango conocí al Negro César   Olguín y al Jorge Chrstians que me hicieron el aguante con las primeras cosas que compuse.
En el ’91 pegué la vuelta y me instalé en Mendoza, donde tuve la suerte de compartir música y propuestas con entrañables amigos como el Grupo Alturas, La Trama y La Intentona.
Después ya por el '98 saqué el primer CD de canciones... y de ahí en más ha seguido el rodar que, como dice Yupanqui: "no será cencia, pero tampoco es pecado".
Desde el 2001 vivo en la ciudad de Buenos Aires, donde se lleva como se puede la “tarea” (que no “carrera”) de cantautor, con una canción que se pone el sayo de comprometida, de protesta, militante o compañera y, que salvo pequeñas evoluciones –más de forma que de fondo- sigue siendo la heredada de nuestros mayores, que entendían la canción como un hecho artístico pero a la vez social y, en esta característica, profundamente movilizador.