domingo, 19 de agosto de 2012

La irreductible RESISTENCIA DE LOS PEQUEÑOS

(Nota de colores)

Estamos con el amigo Juan Cruz Cabral en el teatro Cervantes asistiendo a la jornada de  inauguración de la temporada 2012 de “Teatro por la Identidad”. Hemos venido a ver la obra de Sergio Lobo -otro amigote- que deschava la complicidad de la iglesia argentina en el robo de bebés durante la última dictadura militar, pero antes, un grupo español, compuesto íntegramente por mujeres, nos emociona con un relato escénico de los últimos ochenta años de la historia de España. Particularmente el momento que refiere una cárcel de mujeres custodiada por monjas en el inicio del franquismo…
… Un Teniente del ejército inspecciona el convento/cárcel, las monjas le cuentan sobre el comportamiento de las reas, que son en su mayoría irrecuperables y sobre las necesidades que ellas mismas aceptan padecer como parte de su misión y compromiso con Nuestro Señor y el Generalísimo. A la hora de comer, le llama la atención al Teniente lo exquisito de la comida. Ya se la han nombrado antes -cuando lo invitaron- a Adelina, la cocinera, ponderando sus habilidades culinarias. Le dicen que es la esposa de un republicano que murió fusilado (a la vez muestran cómo, para las demás presas -que sólo comen lentejas- Adelina es una traidora que le rinde honores a los verdugos). En un momento el Teniente inquiere el motivo del fusilamiento del marido de la cocinera… ¡Porque instaló la bandera de la República en la torre de una iglesia! -le contestan- ¡Seis tiros de gracia!
Ante el estupor de las monjas, eso mismo pide el Teniente para Adelina: seis tiros de gracia, y para fundamentarlo, la interroga. 
-¿Qué nos diste de comer Adelina?
- De primer plato maíz dorado con yemas de huevo…
- Maíz… ¿Y de qué color es el maíz?
- El maíz es amarillo, Teniente
-¿Y el segundo plato?
- Pues… tomates
- O sea rojo ¿No es cierto Adelina? ¿Y el tercero?
- (Después de un silencio) Un plato de remolachas hervidas y pisadas en clara de huevo que da un hermoso color morado. ¡O sea que si Teniente! ¡Que te has comido los colores de la República!
La matan de seis tiros.  
Relojeo a mi compañero, que emocionado como yo, acuerda en una misma evocación. De camino al teatro él me contaba que el despacho de Evita en la Casa Rosada, fue pintado inmediatamente después del golpe del ’55, como una medida higiénica seguramente, y luego repintado una y otra vez. Pero los pintores oficiales, los trabajadores encargados del mantenimiento de la pintura de la casa de gobierno, se las arreglaron para preservar el color original en un pedacito de pared oculto hasta 2003. Hoy el despacho luce el color “de Evita”.

Vayan estas pequeñas historias como un saludo a los anónimos, a los ilustres desconocidos, que han resistido y conservado símbolos que ellos mismos alumbraron con ese coraje que sólo se templa en el pueblo.

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