martes, 22 de mayo de 2007

Area 58

De alguna extraña manera pero con un método que dominamos con precisión, estamos jugando al fútbol sobre el agua. No en una superficie barrosa o inundada, sino que literalmente corremos sobre la superficie líquida del mismo modo que aquel que inició la cuenta de nuestro años, caminara sobre el mar para asombro de sus descreídos discípulos.
La escena se desarrolla sobre un manso oleaje y -como suele pasar en los sueños- se expande hacia los contornos y varía su centro con una velocidad indeterminada e imprecisable. El peso temporal de la acción es mucho mayor que lo que se tarda en narrarla…
El caso es que llevo en mis pies la pelota, hago lo que más me gusta en este juego, comando la acción. Observo la posición de mis compañeros, les grito que vamos juntos y que esta jugada termina en gol… Es un convencimiento que emana de mis movimientos y se transmite como certeza. Sé -sabemos todos- que debo esperar que me salga el último defensor para filtrar el pase entre él y el arquero que lo sigue, esto es inminente, pero al segundo paso que he dado en esa intención, noto al levantar la cabeza, que el arco rival está ahora más lejos… Tan lejos que dejo de verlo mientras trato de conservar el dominio sobre la pelota…
Caigo en la cuenta que el arco al que propendemos está del otro lado del mar, la otra orilla… se juega de costa a costa… me dice una voz o algo y automáticamente pierdo la pelota luego el equipo y acto seguido la capacidad de correr sobre el agua…
Ahora camino con el agua a la altura del pecho y las manos sumergidas –los codos hacia arriba, los dedos abiertos- buscando, palpando… No es la pelota lo redondo que toco, sino la cabeza de un cadáver que deriva unos veinte centímetros bajo la línea de flotación… El agua y el cuerpo tienen un reflejo azul oscuro. El ahogado va serenamente boca abajo y las yemas de sus dedos apuntan blancas, muy blancas, hacia arriba…
Al despertar abandono con pesar un muerto de manos luminosas y una cancha en la que jugaría con gusto este picado de mi vida… Después, ya inserto en la mortal vigilia, sabré por un vecino que soñar con el ahogado es motivo para apostar al 58 y pensaré que no hay forma de marcar un gol si se te corre así el arco…
Se podría agregar que jugadores y ahogados se van relevando en ese fantástico campo (santo) de juego, pero prefiero parar con las analogías.

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